Tecnología crítica: de la sospecha al manifiesto y del manifiesto a la acción

¿Es posible la crítica de la tecnología desde la propia práctica de la tecnología?

El adjetivo “crítico” acompaña a muchas prácticas artísticas, de diseño, de urbanismo, participativas o no. De hecho, estamos ya tanto en un tiempo post-crítico como post-digital (ver por ejemplo). En efecto, la normalización de lo digital y su cultura impregna nuestra cotidianediad. Incluídos los discursos oficiales. Mi ciudad, por ejemplo, ha hecho suya una buena dosis de “Ideología Californiana”: proyectos totalizantes de digitalización urbana, adopción de lo maker como organización productiva, prototipado como método de innovación (Prototyping Barcelona), etc.

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Por el camino se nos han quedado proyectos de apropiacion crítica de la tecnología. Me vienen a la mente las propuestas de Andrew Feenberg por ejemplo. Pero no todo se quedó ahí. Les debo a Simon Penny y a un viejo amigo cyberpunk  una pista de cómo podrían ir las cosas.

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Primero Simon Penny. Participé en el taller “Sinergia” en Hangar en Julio de 2013. Lo co-dirigió Simon Penny con Mara Balestrini y Roc Parés. Para trabajar la transdisciplinariedad, Penny apuntó a Phil Agre. Phil Agre!. Me chocó descubrir a un autor que sólo conocía de mis tiempos de estudiante por su trabajo en Inteligencia Artificial (a través de, por ejemplo, su mítico sistema Pengi). Phil Agre, teorizó y promovió la “Práctica Técnica Crítica”.

Agre llama a desarrollar métodos que permitan cuestionar desde la práctica, las bases de la tecnología.

La utilidad intelectual de ejercicios técnicos, aparte de la práctica que en realidad podría tener en el mundo, radica precisamente en sus limitaciones y fracasos. Tal vez podamos aprender a acercarnos al trabajo técnico en el espíritu de la reductio ad absurdum: frente a una dificultad técnica, tal vez podamos aprender a diagnosticarla lo más profundamente posible. Algunas de las dificultades, por supuesto, serán superficiales y transitorias. Pero otras pueden ser síntomas de confusiones profundas y sistemáticas inherentes a el campo técnico de que se trate. Sólo podremos ser conscientes de esta posibilidad reveladora de la práctica técnica desarrollando las herramientas críticas para entender las profundidades debajo de las prácticas ordinarias de ese campo técnico.

Y lo hace no sólo desde la argumentación ni desde la teorización sino, típico de cultura técnica, a partir de la reflexión sobre sus largos años de práctica tecnológica. En su caso personal, la Inteligencia Artificial.

El camino constructivo es mucho más difícil de seguir, pero más gratificante. Su esencia consiste en evaluar todo proyecto de investigación  no por su correspondencia con nuestras propias creencias de fondo, sino por el rigor y la visión con que el proyecto se enfrenta a los patrones de dificultades que son inherentes a su diseño.

¿Cómo hacer esto? ¿Con qué tipo de métodos y herramientas? Y ¿Cómo hacerlo en el roce de tecnología y vida, de tecnología y política?. Porque la tecnología viene cargada de valores y de conceptos políticos, claro está. A un viejo amigo cyberpunk le debo un apunte sobre el trabajo de Julian Oliver. Oliver es uno de los promotores del “Manifiesto de la Ingeniería Crítica” (http://criticalengineering.org/es). Entresaco alguna de sus propuestas:

1. El Ingeniero Crítico considera que cualquier tecnología de la que se depende constituye una amenaza y una oportunidad. Cuanto mayor es la dependencia de una tecnología, mayor es la necesidad de estudiar y exponer sus entresijos, independientemente de su autor o disposición legal.

2. El Ingeniero Crítico recuerda que cada avance tecnológico supone un reto para nuestro alfabetismo tecno-político. […]

6. El Ingeniero Crítico desarrolla el concepto “máquina” para describir las interrelaciones que congregan dispositivos, cuerpos, agentes, fuerzas y redes.

 7. El Ingeniero Crítico observa el espacio entre la producción y el consumo de tecnología. Actuando con rapidez sobre los cambios en ese espacio, el Ingeniero Crítico puede señalar los momentos de desequilibrio y engaño. [En la traducción castellana del Manifiesto, en un  error típico, se traduce “deception” por “decepción” y no por “engaño” que es la traducción correcta]

La primera obra que conocí de Julian Oliver fue “The Transparency Grenade“, un asalto a la opacidad (o a la transparencia agresiva) de las posibilidades inherentes a la tecnología digital.

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Cuando la Inteligencia Artificial se nos presenta como la mayor amenaza a la humanidad y el Big Data como el mayor control, ¿No deberíamos críticamente despertar a estos constructores de nuevos mundos que se basan en una y otro? Granadas conceptuales empieza a haberlas. Pero están muy lejos de las escuelas de ingeniería. Y de los despachos de la innovación oficial, ni digamos.

Aquí os dejo un posible mapa de las conexiones frágiles presentes en este post.

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Memoria, creatividad, sentimiento y Vinton Cerf

Andaba yo, todavía impactado con la exposición de Pedro Torres, entretejiendo ideas en torno a la memoria y la creatividad, cuando dí con el sentimiento. Luego me tropecé con el olvido. Por último, Vinton Cerf, el pionero de Internet, me llevó al final de la civilización con su concepto de memoria.

Graffiti en Barcelona

Graffiti en Barcelona

Vayamos por partes.

Cuando hablaba el otro día de la memoria y de su papel en la creatividad todavía estaba dándole vueltas a la rueda de Giordano Bruno,  a su sistematización consciente de la, por así decir, clasificación de los recuerdos. Bruno añadía a cada recuerdo el quién, el qué, el cómo, el dónde, el cuándo y, nada más ni nada menos, que el sentimiento al que lo asociaba. ¿Por qué el sentimiento?.

Recordé vagamente algo que había leído hacía mucho tiempo. Desempolvé algunos artículos, entrevistas y libros de Antonio Damasio, el famoso neurocientífico. Encontré frases como “es el sentimiento el que da pie a la consciencia”. Un poco más allá venía a decir que sólo el sentimiento tiene un poder suficiente como para recuperar recuerdos lejanísimos con gran lujo de detalles.

Conozco una mujer fascinante que a través de su memoria emotiva es capaz de recordar y revivir el sentimiento preciso que experimentó años atrás. Y con ello toda la situación que lo envolvía: el qué, el cuándo, el dónde y el quién. La revive para lo bueno y para lo malo.

Es, pues, esa áncora sentimental la clave para la estructuración de nuestra memoria y la potenciación del recuerdo. Lo que ahora los neurocientíficos sancionan y comprueban, Giordano Bruno ya lo había intuído hace unos cuantos siglos.

Claro está que la memoria es tramposa. Oliver Sacks dice “memories are not fixed or frozen, like Proust’s jars of preserves in a larder, but are transformed, disassembled, reassembled, and recategorized with every act of recollection.” Y ahí está la gracia. Una memoria imperfecta pero sistemática, con pequeños desenfoques y deslizamientos en cada recuerdo permite conectar imperfectamente ideas poco parecidas: ser “creativo”. La memoria sería más bien una colección de los  “Conceptos Fluídos” de Douglas Hofstaedter. Según él, la base para la analogía, uno de los mecanismos de la creatividad.

Una memoria exacta, precisa e infinita, como la del memorioso Funes de Borges sería, en cambio, el antídoto contra la creatividad. Borges sugiere que con una memoria perfecta e imborrable sería imposible cualquier tipo de pensamiento abstracto. No se podría generalizar. Estaríamos ahogados en las distinciones más nimias. Ferran Adrià sabe que la conceptualización y la generalización son la base de su método creativo. Su memoria grupal creativa es sistemática. Admite la imperfección suficiente como para abstraer, generalizar y, a partir de ahí, poder saltar y conectar con otras ideas poco o muy diferentes. Así es como se obtiene algo nuevo: recombinando lo dispar.

Vinton Cerf se ha descolgado recientemente en una reunión auspiciada por la UNESCO y en otros foros con un grito de alarma sobre la “pérdida de la memoria” digital. La fragilidad de la conservación de los medios digitales puede poner en peligro la memoria de nuestra civilización. Y ya en un crescendo catastrófico hollywoodiense, afirma que puede “llevarnos a una nueva Edad Media”.

Esta admonición no es novedosa. Recuerdo que hace veinte años discutía con mis colegas universitarios de Biblioteconomía sobre las graves dificultades de conservación que les planteaban los CDs. Un incunable aguanta siglos. La información de un CD apenas dura diez años, me decían. Que les pregunten a los comisarios de “New Media Art” cómo se las ven y se las desean no ya para conservar sino para itinerar exposiciones realizadas en los años 60, 70 u 80. Están hechas con materiales tan abstrusos como cintas de cassette, televisores analógicos o discos de 8 pulgadas (sí he dicho de 8 pulgadas).

Cada época olvida por sus propios medios. Si el papel se deshace, lo magnético se descodifica. Y es que, como en la canción de Loquillo “”. Y menos mal. La memoria colectiva, desdibujada por la repetición, por la transmisión defectuosa de narraciones que van añadiendo o perdiendo capas; por la pérdida y por el olvido va mutando. Así, de siglos en siglos, el mundo se nos aparece como nuevo. O cada generación se siente pionera. Es joven quien o bien no accede a la memoria porque no la tiene o bien sabe olvidar. Experimentamos el ignorante privilegio de pensar que lo descubrimos todo. Hasta Colón creyó haber descubierto América o Cipango, según.

El concepto de memoria de Vinton Cerf es absoluto, “funesiano”. Trabaja con la idea de memoria-repositorio, exacta, sin difuminados, sin olvido; sin claroscuros, ni deslizamientos semánticos. Un viejo sueño que Umberto Eco rozó con sus críticas a la búsqueda de los lenguajes universales. Quizá una memoria perfecta sí que sea el fin de la civilización. Si Borges tiene razón, nos dejaría sin capacidad de abstracción. Tampoco es tan extraño que Vinton Cerf juegue con esta idea de memoria. Trabaja en una compañía que no quiere olvidar nada: Google.

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Pedro Torres mostrando su versión de la "Ruota de la memoria"

Creatividad y el arte de la memoria

La Blueproject Foundation de Barcelona no deja de soprenderme.

El día 30 de Agosto asistí al “finissage” de la exposición “The Keeper” de Pedro Torres. Su propuesta me ha hecho establecer una conexión frágil entre la memoria y la capacidad creativa, que pasa por sus sistematización.  Desde las obsesivas notas diarias de Buckminster Fuller al ADN del proceso creativo de Ferran Adrià, la importancia que dan los creativos a archivar ideas, conceptos, proyectos realizados o por realizar no deja de llamarme la atención.

Pedro Torres nos explicó el proceso que le llevó a la exposición. Empezó con una investigación sobre las ciencias de la memoria por un lado. Luego la conectó con los viejos esquemas memorísticos conocidos como las “artes de la memoria”. De la síntesis de ambas perspectivas y de su propia creatividad surgieron las obras de su exposición.

La "ruota de la memoria" de Giordano Bruno.

La “ruota de la memoria” de Giordano Bruno.

 

Como introducción, Torres nos dió una lección magistral sobre los distintos tipos de memoria. Lo hizo desde la perspectiva de las ciencias cognitivas. Dejó muy claros los diversos tipos de memorias que nos conforman. Por ejemplo, nos habló de la memoria sensorial, más breve y directa; la episódica y cronológica, que conforma el relato de quienes somos como individuos; o la semántica, que se relaciona con la estructuración de nuestros mapas conceptuales. Y de ahí, pasó a presentarnos cada una de las obras de su exposición.

 
Pedro Torres mostrando su versión de la "Ruota de la memoria"

Pedro Torres mostrando su versión de la “Ruota de la memoria”

Tan sólo quiero compartir lo que me sugirió la obra inspirada en el sistema de memoria del renacentista Giordano Bruno.  Cinco discos concéntricos recogen el qué de un recuerdo, el quién, el cuándo, dónde y el sentimiento asociado.

La versión de Torres nos invita a inscribir nuestros recuerdos en cada sector circular de un disco de madera. Como el dispositivo permite la rotación independiente de todos los discos, transforma la propuesta de Giordano Bruno en un sistema generativo. Se construye una “memoria colectiva” pues se recogen todas las posibles combinaciones de todos los recuerdos compartidos por los visitantes de la exposición. Esta invitación participativa despoja al sistema de Bruno de su exclusividad. Por así decirlo, es un poco menos el método de Giordano Bruno. Y es que me llama la atención la particularidad de muchos sistemas de memorización y archivo de los grandes creativos. El sistema de Bruno, sólo era fácil para Giordano Bruno. El ADN del proceso creativo de elBulli, a primera vista, no resulta nada sencillo para quien no esté embebido de la cultura de elBulli.

Los sistemas de memorización como el famoso “Palacio de la Memoria” de Matteo Ricci, intentaron popularizar algunos métodos mnemotécnicos, romper su exclusividad. Tuvieron un gran auge siglos atrás. Asociaban, por ejemplo, un recuerdo a un lugar dentro de la arquitectura de un palacio imaginario, el palacio de la memoria. Las habitaciones de ese palacio imaginario se poblaban de ideas y recuerdos. Al recorrerlo más tarde se conseguían auténticas hazañas de memorización. Ahora bien, estos palacios no eran necesariamente sistemas generativos. Al recordar asociaremos ideas y puede que por combinación aparezcan novedades creativas. Tirando de una cereza arrastraremos a otras dentro del racimo. Pero no era ésa la intención principal de estas viejas “artes de la memoria”.

El recuerdo, la mirada retrospectiva sobre conocimientos y experiencias, sobre prácticas y resultados es uno de los pasos fundamentales de todo proceso creativo. Por lo que llevo visto, cada creador desarrolla sus propio sistema para recordar y revisar: formas de archivo, clasificación, recuperación y, con suerte, recombinación. Podemos comparar desde este punto de vista cosas tan dispares como los archivos de Aby Warburg o la Bullipedia de Ferran Adrià. En cada uno de ellos se palpa el esfuerzo de sus creadores por organizar las memorias y, con el tiempo, entender su propio proceso creativo.

El mapa del proceso creativo de elBulli.

El mapa del proceso creativo de elBulli.

Me pregunto hasta qué punto es traducible no sólo el armazón final de los diversos “palacios de la memoria” de cada creador sino la lógica inherente a su construcción y crecimiento. Si cada uno puede construirse su palacio de la memoria, ¿nos bastan las ontologías y estructuras semánticas actuales para una traducción efectiva?.

Hablando con David Kirsh hace unos meses en el University College de Londres, este experto de la creatividad me confesó la irreductibilidad e intraducibilidad de algunos núcleos del proceso creativo de cada disciplina y profesión, y de cada persona. Según él, la fuerte ligazón del conocimiento práctico a un contexto, unas prácticas concretas y, en algunos casos, a una forma de moverse y de aprehender conocimientos con el cuerpo, ponen las cosas difíciles al trasvase de procesos creativos de éxito entre disciplinas. Ítem más, para la generalización de procesos creativos entre la población. En una época que dice apostar por la creatividad generalizada, es una cuestión importante.

He aquí, pues, una primera conexión frágil que me ha sugerido la excelente exposición y posterior conversación con Pedro Torres:

memoria -> organización -> recuerdo y revisión -> creación

Conexiones frágiles entre creatividad y memoria

Conexiones frágiles entre creatividad y memoria

 

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