( Aquí tenéis la versión .pdf de este post, que es larguito: PostCitilabPDF)
Bueno, pues ahí se va a quedar Citilab. El pasado jueves, justo antes de volar hacia el MACC2010 de Santiago, comuniqué al resto del equipo directivo que lo dejaba.
Después de todos estos años diseñando el concepto de Citilab, de abrir el centro y ponerlo en marcha, ha llegado el momento de ir a por otras cosas. O, mejor dicho, de volver a las cosas que me interesan y que estaban en la raíz de mi contribución al proyecto original de Citilab. Algo, creo, está cambiando y no en una dirección que me interese. Lo coherente, personal y profesionalmente, es buscar otro camino.
Lo que era o podía haber sido
Citilab era para mí un proyecto abierto de diseño para plantearse hipótesis de trabajo sobre unos cuantos temas que me fascinan: la apropiación de la tecnología por los ciudadanos, la innovación colaborativa inspirada en la cultura tecnológica e internet, la divulgación de la ciencia y de la tecnología por la vía de lo activo o la difusión del pensamiento computacional entre la población, especialmente en la escuela y entre los niños, etc.. En general, sobre la emergencia de procesos de colaboración e innovación colectivos desde lo digital. De ahí había que sacar resultados prácticos. Productos, servicios, procesos, métodos que debían incentivar cambios tanto entre los ciudadanos como en instituciones asociadas al conocimiento, su difusion y su puesta en uso.
Parecía también un centro capaz de ubicarse en la interseccion entre la investigación, la empresa y la administración para colaborar con los ciudadanos en lo que Jordi Colobrans (profesor de la Universidad de Barcelona que ha investigado en Citilab) llama el “testeo social de la innovacion” o, aún más, la co-creacion de innovación con los ciudadanos. Sería un intento de crear la entidad necesaria para acelerar la cuarta hélice de la innovación, la ciudadanía. Incluso creo que podría haber sido más.
En efecto, parecía, que podríamos moldear una organización que fuera el artefacto de diseño idóneo para indagar en la organización innovadora abierta. En particular, para trabajar en el concepto de innovación social digital y abierta en un sentido amplio y exploratorio. Podríamos haber ido más allá del concepto actual de Living Lab, al que se insiste en asociar con el Citilab, incluso desde el propio Citilab….
Ojalá me equivoque, pero creo que la evolución de la institución la puede llevar a ser una entidad mucho más “tranquila”, próxima a un centro cívico habitual (con muchos ordenadores, eso sí) o centrada en modelos y sectores de innovación que no me interesan, quizá usando métodos y procesos en los que no acabo de creer.
¿Cómo hemos llegado hasta ahí? No sé, quizá a base de acumular pequeñas concesiones en la gestión del día a día. En cualquier caso, no acabo de ver cómó darle la vuelta al efecto acumulado de todas ellas. Al menos con la estrategia y organización actuales. La conjunción de estas dudas y las ofertas de colaboración en nuevos proyectos muy sugerentes que he recibido me han acabado de decidir del todo. Es hora de abrirse, pues, a otras oportunidades y a otros entornos.
Lo que he aprendido
De toda la experiencia creo haber sacado algún aprendizaje. Más que nada, dudas, muchas dudas. Dudo que el “modelo Citilab” se haya acabado de estabilizar. Dudo también que la organización actual sea representativa de lo que debería haber sido Citilab. Pero en vez de quedarme con lo negativo de estas dudas, espero sacar algo positivo, compartiéndolas. Ojalá puedan convertirse en buenas preguntas. Las preguntas son más importantes que las respuestas para acotar el reto de diseñar nuevas organizaciones y proyectos.
Quizás sirvan para quien quiera replicar o adaptar, mejorándolo, el “modelo Citilab” original que buscaba. A mí me sirve como ejercicio para definirme mi propio programa de aprendizaje de aquí en adelante. A lo mejor, compartiendo dudas con tod@s aquell@s que estén interesad@s realmente en la innovación social desde la cultura digital abierta, sacamos algo más útil y de más impacto real.
Vamos a por la lista de dudas y preguntas.
1. Identidad y foco.
Citilab tiene diferentes “padres”, procedentes de tradiciones distintas. Como también gusta decir Jordi Colobrans “hay más de un Citilab en Citilab”. Así, tenemos uno que incluye la tradición de política y administración locales, otro que procede de la observación antropológica sobre el diseño y otro más que contribuye con los paradigmas tecnológicos de diseño y colaboración distribuídos. Y aún habría más. No hay problema en gestionar una organización ambigua cuando es consciente de que lo es, de ambigua. Tampoco, cuando se saben gestionar estos entornos de incertidumbre alta. El recurso a eliminar ambigüedad unificando el modelo o imitando otro ya existente (pongamos un Living Lab, incluso a pesar de su novedad) puede acabar con la riqueza de una organización. Peor todavía: puede acabar con su aspecto de contexto de prueba y rediseño de la propia institución. Citilab quería tener una vocación de experimento de diseño.
Para mí, el foco principal de Citilab era el de activar la capacidad de innovación de los ciudadanos a partir de integrarlos en comunidades de aprendizaje en torno a proyectos que usaban la forma de organizarse abierta de la cultura tecnológica. Esto conlleva la organización de diversos programas de acercamiento y la facilitación de contactos entre las comunidades que “saben” (desarrolladores, investigadores, ) y los que quieren saber. Más aún, obliga a los que “saben” a estar abiertos a lo que pueden aportar los que, en teoría, “no saben”. Para otros, el foco de este tipo de instituciones está en “formar” o en ajustarse a formas ya existentes de “public private partnership” como los Living Labs. A mí me interesan formas aún más abiertas y el papel que un centro pueda tener como articulador o facilitador de intercambios en medio de ellas. Mi pregunta en general aquí es ¿La innovación emergente ciudadana necesita centros o simplemente espacios?¿Espacios o situaciones?¿Situaciones u oportunidades?¿Líderes o administradores?. Y los líderes ¿cómo se eligen?¿Y quién los elige?.
2. Comunidad.
Poner en contacto a los que saben y hacen con los que quieren saber y hacer implica seleccionar bien las colectividades a las que dirigirse. Quizá uno de los problemas de Citilab es que se ha querido ofrecer a toda la sociedad. Los “usuarios” de Citilab son “todos los ciudadanos”, lo cual es decir mucho y no decir nada según como se gestione. Ha costado acercar a comunidades activas de desarrollo e innovación social digital, sigue costando mucho que se enraícen en Citilab y, si llegan a hacerlo, cuesta que trabajen para los otros actores, especialmente para los ciudadanos. Los informes de investigación sobre Citilab que ha realizado la universidad de Columbia han apuntado como positivo el hecho de que Citilab haya ido centrándose cada vez más no tanto en el ciudadano individual sino en los agentes mediadores que pueden llegar al ciudadano: escuelas, museos, asociaciones deportivas, etc. Mi pregunta es ¿Es esta la mejor forma de actuar sobre el ciudadano final y tener impacto de cambio?. ¿Aparte de las “instituciones mediadoras”, podemos actuar conjuntamente con comunidades ya existentes sin tanta estructura institucional?.¿Cómo?.
3. Global, Local.
No creo que pueda crearse ya ninguna iniciativa que prescinda de una conexión geográfica a nivel amplio. Resolver la tensión entre la vocación local o localista del impulso inicial con la dimensión internacional de un proyecto que llega a ser referencia a nivel global no es fácil pero sí imprescindible. Citilab tiene un impacto en la ciudadanía que decrece con la distancia pero es capaz de atraer interés y capacidades de máximo nivel internacional. ¿Cómo lo puede notar la ciudadanía más cercana?. ¿Hay que reclutar sólo colaboradores locales o debemos ir a por lo mejor venga de donde venga? La capacidad de atracción ¿cómo la convertimos en capacidad de cambio para ciudadanos y territorio?
(Adam Greenfield en el "Walkshop sobre capas de tecnología en la ciudad". System Layers)
4. Organización. La estructura organizativa de una entidad que se quiere nueva e innovadora requiere una cierta plasticidad y cierta cultura que explore nuevas formas y que no tome los procedimientos de gestión habituales como única referencia. Quizá se puede entender mejor lo que intento decir si nos centramos en varios aspectos de organización situándolos entre polos de referencia.
a) Centro/Red. No hay que olvidar que la idea de Citilab se empezó a gestar allá por el año 1996. Creo que por aquel entonces, a pesar de estar metidos en la apertura de Internet, todavía nos pesaba el concepto de “centro” como lugar único al que se acude como lugar de posilibidad para encontrarse con otros y colaborar. Luego la red ha mostrado infinidad de posibilidades en que es más importante la identidad en torno al proyecto que al centro. Con todo, los espacios parecen seguir siendo interesantes como recurso pero no con la intensidad de antes. Creo que el hecho de que Citilab se plantee compartir espacios con centros cívicos de la propia ciudad en que está radicado es un indicio de que se va a otro modelo todavía influído, sin embargo, por el concepto de que la red…. ha de ser una red de espacios. ¿Ha de serlo?
Una sesión de Breakout: colaborando en el tranvía ¿situación, oportunidad, centro?
b) Abierto/Cerrado: ¿Cómo conectar con los proyectos interesantes que se nos proponen y cómo mantener una agenda coherente con las líneas de actuación propias? La decisión sobre los proyectos de Citilab no ha acabado de cuajar en un modelo participativo o abierto. Me sigue pareciendo mucho más coherente el tipo de selección que realiza por ejemplo MediaLab Prado con sus diferentes convocatorias abiertas para proyectos y colaboradores. Me lo parece más que la práctica de planificación anual o de planificación oportunista según las oportunidades de financiación del ministerio de turno o según las posibilidades de aumentar a visualidad en línea con intereses ajenos. Una cosa u otra refuerza o debilita el polo “abierto” acercándolo a un centro cerrado.
c) Jerarquía/Estructura compleja. Parece de cajón para cualquiera con un poco de recorrido en organizaciones innovadoras que esté al tanto de sus formas organizativas que la organización plana y compleja es mejor para sostener la innovación pero Citilab muestra una gran inercia hacia la jerarquía. Al mismo tiempo tiene zonas plásticas sin liderazgo claro. Es lo que algunos han llamado “exceso de control sin estructura”. Esto sería positivo si se articulara con una estrategia explícita y claramente asumida de organización abierta. No estoy seguro de que sea el caso. Se ha intentado abrir una dirección colegiada pero de eso a una organización plana y adaptable todavía hay un mundo.
d) Acceso/Construcción. Otro de los aspectos que denotan cómo el contexto de 1996 todavía pesó en el diseño de Citilab es que en aquélla época el drama de la “brecha digital” estaba en la lucha por el acceso generalizado a internet. Que Citilab tenga una gran sala con varias decenas de ordenadores para que los usuarios “accedan” corresponde a esa lógica. Sin embargo, las cosas han cambiado mucho desde entonces. Incluso las personas menos familiarizadas con internet y sus capacidades que han las usado y aprendido “accediendo” en Citilab, dejan de venir a esta sala y al centro mismo cuando comprueban que, una vez superada la familiarización inicial, tienen el mismo servicio en sus casas. ¿Qué más les hace falta?. Por otra parte, toda la capacidad de creación conjunta e innovación propia de la cultura tecnológica digital parece estar cada vez más centrada en la construcción, no en el acceso. Centros como el Tech Shop o los Fab Labs son lugares de construcción individual y colaborativa se comparten recursos para el diseño y la fabricación conjuntos, no sólo para el acceso. ¿Qué corresponde a 2010?¿Facilitar a los ciudadanos la capacidad de “acceso a internet” o el “uso de internet para construir y aprender”?
e) Acción/Diseño. La sola construcción sin una acción orientada al impacto social no garantiza nada. Si no hay un paso reflexivo que contemple lo construído en un proceso de diseño coherente compartido, poco vamos a aprovechar. El conocimiento práctico se pierde y no se abstrae “teoría” de la práctica. Si sólo estamos en la acción podemos caer en una cascada de eventos, encuentros, quedadas y espectáculos. ¿Qué consecuencia práctica tienen?.
f) Contenido/Proceso. Otra gran herencia de los años noventa procede de la gran confusión entre internet como “medio de medios” que utiliza contenidos en detrimento del concepto de internet como “medio de innovación”. Si se prima el concepto de internet como repositorio de contenidos entonces lo que se debe promover es el acceso, la discusión, el diálogo, la “gestion de comunidades de conocimiento” en el sentido más discursivo, etc. Si se prima internet como medio de innovación, entonces el contenido es el resultado activo de un proceso de creación compartida y el conocimiento surge de la acción y la construcción, no de la taxonomía y el foro. Creo que en nuestro país sigue sin entenderse la importancia de internet como medio de innovación y sigue sin darse voz a grupos y personas que realmente desarrollan proyectos de ámbito tecnológico digital y no sólo abren la enésima plataforma de discusió, aunque le den otro nombre. Creo que eliminar la mediateca del espacio de Citilab fue una buena muestra de este camino y que proyectos como SporTIC, liderado por Laia Sanchez, que introduce a los usuarios en la creación de contenidos y no sólo en su consuo acceso es una buena línea . Quizá cabría añadirle conectarlo con grupos/empresas capaces de abstraer ideas para nuevas tecnologías de retransmisión digital. En todo caso ¿se corresponde con un internet de contenidos o de procesos de colaboración?.
g) Proceso/Proyecto. ¿Cualquier proceso sirve para acabar dinamizando ciudadanos innovadores?. No creo. La articulación de verdaderos proyectos colaborativos exige formas de organización de los participantes que articulen de forma sostenida procesos evolutivos de aprendizaje colectivo con resultados de innovación claros y útiles para ellos. Aquí las analogías, metáforas y experiencias procedentes del Open Source y de la cultura Peer to Peer son de interés. A nivel intermedio entre los procesos lineales de producción y los abiertos de Peer to Peer, creo que vale la pena destacar los esfuerzos por llevar a ámbitos educativos el concepto de aprendizaje basado en proyectos que está haciendo el proyecto Huerto Digital, liderado por Ricardo Torres. A un nivel más radical y ambicioso creo que un buen resultado de otro proeycto es la creación de grupos de autoaprendizaje que se diseñan sus propios proyectos para aprender. Cabe destacar el proyecto que ha liderado con ciudadanos de a pié, Pau Domínguez. En todos estos ámbitos, ¿cómo integrar de forma metodológicamente sistemática las lecciones de confianza, concesión de reputación por conocimiento a los miembros destacados del grupo y otras normas y convenciones del Open Source?. Otra pregunta es ¿cómo conjuntar armónicamente estas dinámicas abiertas con los valores y actitudes del staff de un centro que acomode estas prácticas o que se relacione con grupos que las practican? .
h) Valores y Actitudes. Si se articula un centro a partir de estas dinámicas abiertas para los que lo usan y no sólo “acceden”, parece evidente que debe haber una clara sintonía de valores, actitudes, normas y procesos con aquellas personas que forman parte de la institución de manera más permanente, “el personal de Citilab (o del centro que sea)”. La selección del personal y el cultivo de sus actitudes es clave para reforzar estos aspectos y para mantenerlos en línea con la cultura propia de los procesos colaborativos abiertos. Es importante contar con un grupo de personas que esté familiarizada con los valores y prácticas de lo colaborativo. En caso contrario, hay que intentar formarles. Idealmente, cabría reconocer a alguno de los antiguos “usuarios” como especialmente válido e integrarlo dentro del “personal”. El respeto al mérito profesional y ciudadano es básico. La transparencia en la gestión ante el propio personal y la comunidad extendida, también.
i) Gobernanza y representatividad. Citilab no ha llegado a plante arse este tipo de preguntas pero es un ámbito que me interesa. Si se articula como un centro facilitador de una comunidad o grupos de comunidades ha de mantener su legitimidad a base de una gobernanza colectiva adecuada. No necesariamente estoy hablando del mismo tipo de procesos de representación y decisión colectiva del Open Source. Me daría con un canto en los dientes si pensáramos en sistemas intermedios de integración de los usuarios que emplean instituciones más clásicas como la Science Gallery de Dublín. Esta entidad invita a sus visitantes más activos y que más propuestas de proyectos realizan a formar parte de su comité asesor… que decide sobre los proyectos a abrir y continuar. Allí se mezclan adolescentes con sesudos profesores de universidad (algún Premio Nobel incluso). Si el grupo evalúa que alguno de sus miembros no es suficientemente activo o colaborador, se le releva (aunque sea un Premio Nobel). Un centro que integre esta capacidad con las convocatorias de proyectos que realiza Media Lab Prado, por ejemplo, ¿tendría más legitimidad entre su comunidad?.
j) Financiación. Este es un tema clave que genera dependencias y remolques de la fuente financiadora. Citilab vivió sus dos primeros años de una espléndida dotación del Estado. Debía preparar una fuente alternativa o complementaria para no llegar a los drásticos recortes en que anda. Probablemente en iniciativas aún más abiertas, hay que explorar formatos de financiación muy distintos y más diversificados. Los Living Labs experimentan con la financiación en consorcio y, en un entorno aún más abierto dentro del Peer to Peer, me interesan mucho los proyectos como Goteo de financiación distribuida que lleva adelante Platoniq (http://www.platoniq.net/fgoteo.html). ¿Es esta la única forma?.¿Qué podemos investigar e inventar aquí?.
k) Infraestructura. Si entendemos un centro de este tipo como una plataforma de soporte a las actividades innovadoras de actores muy distintos, entonces hay que pensar en una infraestructura “al servicio de”. El espacio es importante pero, como muy bien receló en su momento Julen Iturbe, no es toda la infrastructura y puede pesar demasiado. Citilab, creo, hizo un buen trabajo en crear y abrir redes wifi a los ciudadanos y conectarse a infrastructuras de altas prestaciones como la Anilla Cultural o la red experimental de i2cat. Últimamente había aproximaciones hacia otras formas más abiertas de redes de acceso como Guifinet. Pero la infrastructura sola no puede comerse al resto. Y, además, tiene efectos de rechazo adicionales cuando se acaba de aderezar con el “diseño Barcelona”, al parecer.
En palabras de Julen: “El Citilab de Cornella impone como escenario. Semejante estructura arquitectónica connota inversión y puede abrumar. No digo que un entorno cutre favorezca la dinámica de participación, pero sí creo en modelos más humildes. ¡Y eso que soy de Bilbao! Ya sé que a lo mejor esto es una neura muy particular, pero cuando desarrollas una iniciativa ciudadana de base, acudir a un lugar así provoca cierto cortocircuito emocional.” ¿Tendré que darle toda la razón?.
l) La comunicación. En una iniciativa que se quiere centro de comunidades y al servicio de los intereses de los ciudadanos, la comunicación adquiere una dimensión crucial. Creo que el equipo de comunicación de Citilab ha creado una forma de comunicar bastante bien articulada sobre diversos entornos. Falta el últimotramo, más 2.0 el que debe intentar tener más instrumentos de escucha. ¿Cómo hay que dotar los recursos y artícular los procesos adecuados?¿Cómo articular esta “escucha” con el diseño de nuevos proyectos conjuntos con los ciudadanos?.
Todavía tengo unas cuantas preguntas más que me bullen en la cabeza pero creo que he resumido aquí las principales. Como podéis ver, lo que quizá plantea más dificultades es la organización y la gestión orientadas hacia la innovación sostenida, evolutiva y centrada en las necesidades de los ciudadanos, tanto tomados individualmente como en sus distintas identidades y articulaciones grupales.
En cualquier caso, espero que Citilab no termine en el camino de tantas otras iniciativas y centros culturales o de producción que han quedado eclipsados por la calidad y volumen arquitectónicos o secuestradas por las agendas de los gestores de lo público.
Espero, de corazón, que sea cual sea el camino que tome el actual (o futuro) equipo directivo, Citilab pueda evite ese destino. Como ya he dicho, no me veo intentándolo con la configuración actual.
Siguientes pasos
Como he dicho, todas estas dudas han coincidido con la proliferación de peticiones de colaboración y de nuevos proyectos a nivel internacional. Una cosa ha reforzado la otra, pues. Con mis preguntas y varios proyectos en cartera me voy a trabajar a Nueva York durante unos cuantos meses.
En la Universidad Columbia voy a continuar la colaboración con David Stark, del Centro de Innovación en Organización de esa Universidad. También trabajaré con Laura Forlano, que actualmente está en Cornell y en la Parsons School of Design.
Con David resumiremos y evaluaremos las experiencias de innovación abierta ciudadana que Citilab ha probado de activar durante sus dos años y medio de existencia y compararemos con otras experiencias internacionales. Trabajaremos sobre lo que hace efectiva y sostenible no tan sólo una organización sino una “situación” de innovación.
Con Laura seguiremos la segunda vuelta del proyecto Breakout y también, y en relación con el trabajo de David, aprovecharemos la financiación que nos ha concedido la National Science Foundation para estudiar los procesos de organización del diseño colaborativo, que puede ser relevante para la innovación ciudadana digital.
Un abrazo a todos los que en Citilab han compartido y colaborado hacer realidad la visión de un centro de activación de la capacidad innovadora ciudadana.
Un abrazo especial para todos aquellos ciudadanos que poco o mucho han cambiado su vida gracias a lo que conseguimos desarrollar en Citilab.
Fotos:
purpleslog
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David Chief
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