Tras un simple clic ¿quién se esconde?

Sencillo. Le damos con el cursor del mouse a un enlace de una página web. O con el dedo sobre una pantalla tàctil de nuestro móvil o tableta. Da lo mismo. En un momento dado, interactuamos con la web. Hacemos cualquier cosa asimilable a un “clic”.

¿Qué pasa después? Muchas cosas. Quizá demasiadas. Veamos esta imagen:

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Esto es el ecosistema de empresas que puede activarse tras un sólo clic. Entre nosotros y una empresa, existen multitud de otras empresas.  Agencias de publicidad, websites de seguimiento de usuarios, servicios de creación de anuncios superpersonalizados, etc.

Nuestros datos vuelan de un lugar a otro. Los trackers, los adplaces y otros websites reciben información captada en nuestras cookies, parte de nuestro historial, la lista de nuestros amigos, etc. etc. etc.

Cuando aceptamos los “términos y condiciones” dejamos abierta la puerta a nuestra intimidad para que otros negocien con ellas. Según esta investigación el número medio de este tipo de sitios que un aplicación de Android puede llegar a contactar es de 500. El récord lo consiguió una aplicación de control de volumen del teléfono de aspecto inocente: accedía a 2000 sitios web de tracking.

Se habla mucho de transparencia de datos para referirnos al derecho a que la información   de nuestros gobiernos y de sus decisiones sea fácilmente accesible y comprensible. Deberíamos pensar también en qué podemos hacer para regular quién y cómo utiliza nuestros datos. Esto es que sea transparente quién accede a ellos. Desarrollar nuevas herramientas para los usuarios es un camino.

Aquí un ejemplo, de Anne Helmond y Alexei Miagkov que organizarán también este año la Escuela de Verano sobre Métodos Digitalesenfocada a desvelar y representar a nuestros trackers.

  TrackingTheTrackers Y el siempre ilustrativo documental “Terms and Conditions May Apply”.

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Zinc Shower: Inteligencia Colectiva y Objetos Extraños

Este fin de semana pasado me invitaron a dar una conferencia en Zinc Shower 2015. Llevaba tiempo sin participar en este tipo de eventos.

Me habían pedido que hablara sobre arte y empresa y presenté algunas ideas y proyectos de estética organizativa. La conexión con lo colectivo y colaborativo, que es el eje de Zinc Shower, viene por cómo se congregan todos los actores para cambiar artísticamente la empresa. He estado trabajando el concepto de “objeto extraño” como aglutinador, catalizador  de este tipo de transformaciones y de los proyectos transdisciplinarios en general. Pero todo esto lo contaré con más detalles en un próximo post.

Me encontré en Zinc Shower con viejos amigos como Amalio Rey cuya conferencia sobre Inteligencia Colectiva me brindó una buena forma de evaluar lo colectivos e inteligentes que puede ser ciertos proyectos.

Amalio propone que los procesos de inteligencia colectiva deben tener un retorno para los participantes. Su fórmula es sencilla pero efectiva.

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El retorno para una multitud (crowd) que participa en un proyecto de Inteligencia Colectiva es, en parte, el participar en el proceso (y del aprendizaje que reporta a los participantes y de la apropiación del resultado.

Creo que sirve como buen criterio para evaluar qué aporta a los participantes un proyecto de este tipo. Demasiado crowdsourcing sólo busca la participación para obtener un resultado. Éste muchas veces sólo es compartido por… el organizador del crowdsourcing.

Amalio tiene un blog muy interesante sobre inteligencia colectiva en el que explora cómo ordenar este campo. Esta ordenando sus ideas para un libro y creo que ha dado con dimensiones de ordenación, comparación, evaluación y crítica muy útiles. La conversación que tuve después de su presentacióncon él me fue muy útil para resituar críticamente algunos aspectos de este campo. Amalio tiene la capacidad de hacerme dudar de todo. No os perdáis sus finas apreciaciones sobre inteligencia colectiva, conectiva, colectada y colaborativa así como otros conceptos que sirven para desgranar el trigo de la paja de los proyectos que se presentan como de inteligencia colectiva.

También tuve conversaciones muy interesantes con Cecilia Tham, de MOB, y con Axel de Domestic Data Streamers que darán para algun proyecto futuro.

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Tecnología crítica: de la sospecha al manifiesto y del manifiesto a la acción

¿Es posible la crítica de la tecnología desde la propia práctica de la tecnología?

El adjetivo “crítico” acompaña a muchas prácticas artísticas, de diseño, de urbanismo, participativas o no. De hecho, estamos ya tanto en un tiempo post-crítico como post-digital (ver por ejemplo). En efecto, la normalización de lo digital y su cultura impregna nuestra cotidianediad. Incluídos los discursos oficiales. Mi ciudad, por ejemplo, ha hecho suya una buena dosis de “Ideología Californiana”: proyectos totalizantes de digitalización urbana, adopción de lo maker como organización productiva, prototipado como método de innovación (Prototyping Barcelona), etc.

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Por el camino se nos han quedado proyectos de apropiacion crítica de la tecnología. Me vienen a la mente las propuestas de Andrew Feenberg por ejemplo. Pero no todo se quedó ahí. Les debo a Simon Penny y a un viejo amigo cyberpunk  una pista de cómo podrían ir las cosas.

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Primero Simon Penny. Participé en el taller “Sinergia” en Hangar en Julio de 2013. Lo co-dirigió Simon Penny con Mara Balestrini y Roc Parés. Para trabajar la transdisciplinariedad, Penny apuntó a Phil Agre. Phil Agre!. Me chocó descubrir a un autor que sólo conocía de mis tiempos de estudiante por su trabajo en Inteligencia Artificial (a través de, por ejemplo, su mítico sistema Pengi). Phil Agre, teorizó y promovió la “Práctica Técnica Crítica”.

Agre llama a desarrollar métodos que permitan cuestionar desde la práctica, las bases de la tecnología.

La utilidad intelectual de ejercicios técnicos, aparte de la práctica que en realidad podría tener en el mundo, radica precisamente en sus limitaciones y fracasos. Tal vez podamos aprender a acercarnos al trabajo técnico en el espíritu de la reductio ad absurdum: frente a una dificultad técnica, tal vez podamos aprender a diagnosticarla lo más profundamente posible. Algunas de las dificultades, por supuesto, serán superficiales y transitorias. Pero otras pueden ser síntomas de confusiones profundas y sistemáticas inherentes a el campo técnico de que se trate. Sólo podremos ser conscientes de esta posibilidad reveladora de la práctica técnica desarrollando las herramientas críticas para entender las profundidades debajo de las prácticas ordinarias de ese campo técnico.

Y lo hace no sólo desde la argumentación ni desde la teorización sino, típico de cultura técnica, a partir de la reflexión sobre sus largos años de práctica tecnológica. En su caso personal, la Inteligencia Artificial.

El camino constructivo es mucho más difícil de seguir, pero más gratificante. Su esencia consiste en evaluar todo proyecto de investigación  no por su correspondencia con nuestras propias creencias de fondo, sino por el rigor y la visión con que el proyecto se enfrenta a los patrones de dificultades que son inherentes a su diseño.

¿Cómo hacer esto? ¿Con qué tipo de métodos y herramientas? Y ¿Cómo hacerlo en el roce de tecnología y vida, de tecnología y política?. Porque la tecnología viene cargada de valores y de conceptos políticos, claro está. A un viejo amigo cyberpunk le debo un apunte sobre el trabajo de Julian Oliver. Oliver es uno de los promotores del “Manifiesto de la Ingeniería Crítica” (http://criticalengineering.org/es). Entresaco alguna de sus propuestas:

1. El Ingeniero Crítico considera que cualquier tecnología de la que se depende constituye una amenaza y una oportunidad. Cuanto mayor es la dependencia de una tecnología, mayor es la necesidad de estudiar y exponer sus entresijos, independientemente de su autor o disposición legal.

2. El Ingeniero Crítico recuerda que cada avance tecnológico supone un reto para nuestro alfabetismo tecno-político. […]

6. El Ingeniero Crítico desarrolla el concepto “máquina” para describir las interrelaciones que congregan dispositivos, cuerpos, agentes, fuerzas y redes.

 7. El Ingeniero Crítico observa el espacio entre la producción y el consumo de tecnología. Actuando con rapidez sobre los cambios en ese espacio, el Ingeniero Crítico puede señalar los momentos de desequilibrio y engaño. [En la traducción castellana del Manifiesto, en un  error típico, se traduce “deception” por “decepción” y no por “engaño” que es la traducción correcta]

La primera obra que conocí de Julian Oliver fue “The Transparency Grenade“, un asalto a la opacidad (o a la transparencia agresiva) de las posibilidades inherentes a la tecnología digital.

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Cuando la Inteligencia Artificial se nos presenta como la mayor amenaza a la humanidad y el Big Data como el mayor control, ¿No deberíamos críticamente despertar a estos constructores de nuevos mundos que se basan en una y otro? Granadas conceptuales empieza a haberlas. Pero están muy lejos de las escuelas de ingeniería. Y de los despachos de la innovación oficial, ni digamos.

Aquí os dejo un posible mapa de las conexiones frágiles presentes en este post.

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Considerando la alternativa

Aquí nos salva el AVE. Deforma el espacio-tiempo con su mera posibilidad. Las curvas y curvas de la carretera hasta Roses pierden importancia. Una hora y media. La autodenominada gran capital está una hora y media de aquí. No hace falta más. A la vieja capital, París, se llega en seis. Y al aeropuerto que te conecta con el gran mundo, en apenas una hora. No hace falta más. Se puede ir con calma a conectar con la rapidez.

Es fácil también entrar rápidamente en la lentitud. Levantarse y ver el mar cerca, chocando contra el blanco brillante de las casas del pueblo. Sentir con los dedos en la pantalla la información del mundo con el mismo ritual que en un barrio gris de Barcelona. Escuchar, en el recuerdo, aquel ruido de fábrica urbana por la mañana, el subwoofer de la ciudad cuando despierta.

Cadaques

Salir al balcón, una proa sobre el agua. Con el café en la mano, ves las mismas gaviotas del día anterior. Flotan en una estructura dinámica y fractal. Ensayan nuevas formaciones atrevidas y anárquicas. Te elevan. Te sientes bien y fresco.

Te fijas en la puerta azul de la pescadería en la otra orilla del puerto, dentro de esta luz intensa de la mañana. Te imaginas el pescado. También las recomendaciones que te hará hoy la pescadera. Piensas en el pan que comprarás el horno que ves a la derecha de la pescadería. Vas pensando en cómo pasarás la mañana. Cabe una aventura de geografía pequeña. Te imaginas paseos por roquedos extraños, cerca de calas juguetonas y calmadas. Vas. Mientras caminas recuerdas aquello de

Slowness is the forgotten dimensión of time“.

Vuelves con nuevas conexiones y emociones. Fresco. Pones el foco en los documentos, los planes y las imágenes. Respondes llamadas. Contestas correos. Revisas presupuestos, notas, cursos, artículos. Re-escribes. Videoconferencias.

Como allí pero aquí.

Llega la tarde. Te llaman desde la calle. Tomaréis un cortado en el casino, a dos minutos a pie.

Aquí nos salva el ritmo del tiempo y la luz del espacio. Slow and Fast.

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Memoria, creatividad, sentimiento y Vinton Cerf

Andaba yo, todavía impactado con la exposición de Pedro Torres, entretejiendo ideas en torno a la memoria y la creatividad, cuando dí con el sentimiento. Luego me tropecé con el olvido. Por último, Vinton Cerf, el pionero de Internet, me llevó al final de la civilización con su concepto de memoria.

Graffiti en Barcelona

Graffiti en Barcelona

Vayamos por partes.

Cuando hablaba el otro día de la memoria y de su papel en la creatividad todavía estaba dándole vueltas a la rueda de Giordano Bruno,  a su sistematización consciente de la, por así decir, clasificación de los recuerdos. Bruno añadía a cada recuerdo el quién, el qué, el cómo, el dónde, el cuándo y, nada más ni nada menos, que el sentimiento al que lo asociaba. ¿Por qué el sentimiento?.

Recordé vagamente algo que había leído hacía mucho tiempo. Desempolvé algunos artículos, entrevistas y libros de Antonio Damasio, el famoso neurocientífico. Encontré frases como “es el sentimiento el que da pie a la consciencia”. Un poco más allá venía a decir que sólo el sentimiento tiene un poder suficiente como para recuperar recuerdos lejanísimos con gran lujo de detalles.

Conozco una mujer fascinante que a través de su memoria emotiva es capaz de recordar y revivir el sentimiento preciso que experimentó años atrás. Y con ello toda la situación que lo envolvía: el qué, el cuándo, el dónde y el quién. La revive para lo bueno y para lo malo.

Es, pues, esa áncora sentimental la clave para la estructuración de nuestra memoria y la potenciación del recuerdo. Lo que ahora los neurocientíficos sancionan y comprueban, Giordano Bruno ya lo había intuído hace unos cuantos siglos.

Claro está que la memoria es tramposa. Oliver Sacks dice “memories are not fixed or frozen, like Proust’s jars of preserves in a larder, but are transformed, disassembled, reassembled, and recategorized with every act of recollection.” Y ahí está la gracia. Una memoria imperfecta pero sistemática, con pequeños desenfoques y deslizamientos en cada recuerdo permite conectar imperfectamente ideas poco parecidas: ser “creativo”. La memoria sería más bien una colección de los  “Conceptos Fluídos” de Douglas Hofstaedter. Según él, la base para la analogía, uno de los mecanismos de la creatividad.

Una memoria exacta, precisa e infinita, como la del memorioso Funes de Borges sería, en cambio, el antídoto contra la creatividad. Borges sugiere que con una memoria perfecta e imborrable sería imposible cualquier tipo de pensamiento abstracto. No se podría generalizar. Estaríamos ahogados en las distinciones más nimias. Ferran Adrià sabe que la conceptualización y la generalización son la base de su método creativo. Su memoria grupal creativa es sistemática. Admite la imperfección suficiente como para abstraer, generalizar y, a partir de ahí, poder saltar y conectar con otras ideas poco o muy diferentes. Así es como se obtiene algo nuevo: recombinando lo dispar.

Vinton Cerf se ha descolgado recientemente en una reunión auspiciada por la UNESCO y en otros foros con un grito de alarma sobre la “pérdida de la memoria” digital. La fragilidad de la conservación de los medios digitales puede poner en peligro la memoria de nuestra civilización. Y ya en un crescendo catastrófico hollywoodiense, afirma que puede “llevarnos a una nueva Edad Media”.

Esta admonición no es novedosa. Recuerdo que hace veinte años discutía con mis colegas universitarios de Biblioteconomía sobre las graves dificultades de conservación que les planteaban los CDs. Un incunable aguanta siglos. La información de un CD apenas dura diez años, me decían. Que les pregunten a los comisarios de “New Media Art” cómo se las ven y se las desean no ya para conservar sino para itinerar exposiciones realizadas en los años 60, 70 u 80. Están hechas con materiales tan abstrusos como cintas de cassette, televisores analógicos o discos de 8 pulgadas (sí he dicho de 8 pulgadas).

Cada época olvida por sus propios medios. Si el papel se deshace, lo magnético se descodifica. Y es que, como en la canción de Loquillo “”. Y menos mal. La memoria colectiva, desdibujada por la repetición, por la transmisión defectuosa de narraciones que van añadiendo o perdiendo capas; por la pérdida y por el olvido va mutando. Así, de siglos en siglos, el mundo se nos aparece como nuevo. O cada generación se siente pionera. Es joven quien o bien no accede a la memoria porque no la tiene o bien sabe olvidar. Experimentamos el ignorante privilegio de pensar que lo descubrimos todo. Hasta Colón creyó haber descubierto América o Cipango, según.

El concepto de memoria de Vinton Cerf es absoluto, “funesiano”. Trabaja con la idea de memoria-repositorio, exacta, sin difuminados, sin olvido; sin claroscuros, ni deslizamientos semánticos. Un viejo sueño que Umberto Eco rozó con sus críticas a la búsqueda de los lenguajes universales. Quizá una memoria perfecta sí que sea el fin de la civilización. Si Borges tiene razón, nos dejaría sin capacidad de abstracción. Tampoco es tan extraño que Vinton Cerf juegue con esta idea de memoria. Trabaja en una compañía que no quiere olvidar nada: Google.

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